Desde la escuela tradicional, se comprendía la enseñanza como un arte, pues el maestro era el encargado de mostrar todos sus conocimientos, centrándose en el aprendizaje conceptual: aprender, a través de la transmisión verbal como único recurso, elementos teóricos. El alumno, en este caso, era comprendido como un encerado en blanco, un mármol que modelar, un vaso vacío por llenar. En este aspecto, la escuela tradicional tenía prácticas conservadoras: memorizar, copiar, realizar pruebas tipo examen, dictados, retórica, ambientes ficticios, métodos mucho más rígidos... Por decirlo de alguna manera, se ataban todos los cabos. Es decir, este método garantizaba el dominio de cualquier situación. Incluso, con el tiempo, estos sistemas tan rígidos fueron considerados poco dinámicos y para nada propicios para la innovación, llegando inclusive a la realización de prácticas pedagógicas no deseadas.
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Los materiales utilizados eran tales como la pizarra o los libros de texto, instrumentos a través de los que no se representaba el aprendizaje en un contexto real y, por tanto, no generaba nuevos conocimientos. Eran los llamados materiales didácticos indirectos.
En el siglo XX comenzaron a producirse muchos cambios a nivel tecnológico que, actualmente, están afectando a las actuaciones de los seres humanos a nivel de economía, política, sociedad, cultura y, también, educación. El vídeo, el teléfono móvil, los grupos mass media, Internet, robótica, bases de datos... que facilitan los procesos diarios de nuestra vida.
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El maestro da énfasis, en este nueva perspectiva de la educación, en los componentes personales, atendiendo a la diversidad del aula y teniendo en cuenta los procesos de motivación, interés y actividad. Además, en este caso, el alumno se convierte en un sujeto más activo, constructor de su propio conocimiento, poseyendo creatividad, reflexión, interés cognoscitivo propio, implicación en el proceso...
En cuanto a materiales, también experimentamos cambios significativos a lo largo del tiempo. Los métodos dejan de ser directivos y se convierten en dinámicos y participativos. Se fortalecen los canales de comunicación inter-aula, la actividad creadora, y las experiencias de aprendizaje a través del 'aprender creando'. El maestro cede protagonismo al alumnado, que utiliza su autodisciplina y autogobierno para comprender la necesidad de crear reglas y elaborar material propio. Se utilizan materiales didácticos más directos, que nos ponen en contacto con la realidad o incluso son la realidad misma (operando en contextos reales y en situaciones verídicas, que los niños puedan vivenciar y experimentar por sí mismos).
Además de todo esto, también se saca lo mejor de la escuela tradicional. Métodos como las pizarras siguen teniendo utilidad en los días actuales, pero gracias a las nuevas informaciones se le dan usos renovados.
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En cuanto a las tecnologías, nos proporcionan ventajas al realizar actividades como preparar apuntes o ejercicios, buscar información, comunicarnos, difundir información, gestionar otros organismos del centro (como la biblioteca)... y algo muy importante es que nos permite buscar siempre la innovación, realizando aprendizajes significativos en los alumnos.
Las TIC se convierten, dentro de la escuela, en:
- Medio de expresión para escribir, dibujar, realizar presentaciones, webs...
- Fuente de información
- Canal de colaboración, comunicación e intercambio
- Medio didáctico, pues informa, entrena, guía el aprendizaje y motiva
- Puede desarrollar elementos curriculares como contenidos, competencias...
- Medio lúdico y dinámico
- Instrumento para la gestión administrativa y tutorial de las aulas
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